Encarando ya la semana final de la temporada de tierra batida en general, y de Roland Garros en particular tenemos a Rafa Nadal como amo y señor de esta superficie. Por eso mismo he utilizado el título de la película ganadora de 6 Oscars en la última edición, "En tierra hostil".
Enfrentarse a Rafa Nadal sobre el polvo de ladrillo es hacerlo en tierra hostil, es como jugar contra una pared que te devuelve bolas altas e incómodas donde más te duele. Véase el revés del señor Federer. Con una mentalidad de hierro, imperturbable, sin perder un ápice de concentración. Nadie consigue distraerlo, bueno, nadie nadie no. Shakira meneando sus caderas a escasos centímetros de él quizá si que lo consiga. Será por eso que Djokovic se ha decidido a vestirse como la colombiana, a ver si así consigue ganarle alguna vez en tierra. Pero vamos, entre Belgrado y Barranquilla...no hay color.
Pero el término "En tierra hostil" no se queda aquí sólamente. También se puede aplicar a la situación que sufren los tenistas españoles cada vez que asoman la cabeza por tierras francesas. Nuestros queridos vecinos, los gabachos, no nos reciben especialmente bien. Quizá están hartos de organizar cosas para que las ganemos nosotros, el Tour, Roland Garros, el Renault de Alonso... Sólo hay que ver la cara de Platini cuando le entrega los trofeos a nuestros equipos. Esperemos que este domingo suene otra vez la canción favorita de los franceses en la pista central de Roland Garros, el himno nacional español al tiempo que Rafa le mete un buen mordisco a la copa. Porque esa es otra, la copa se la quedan ellos. Un par de fotitos y se la guardan, que entre la canción, su melena y su oscuridad de piel se pensarán que Nadal es un gitano.
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